martes, 18 de marzo de 2008

RICHARD SANDOR , El rey Midas del calentamiento global

UN EMPRESARIO DEL CAMBIO CLIMATICO

TENEMOS QUE INVITARLO A CHILE PARA PROMOVER LOS NEGOCIOS DE CARBONO .

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El rey Midas del calentamiento global
Por Leila Abbouud

Richard Sandor ha ganado millones gracias a su dominio del comercio de dióxido de carbono en Europa

Mientras el calentamiento global aumenta, Richard Sandor, un economista de 66 años, se hace más rico.

Su compañía, Climate Exchange PLC, domina en Europa el fl oreciente comercio de "permisos de emisión de carbono", que esencialmente es la compra y venta de derechos para contaminar.

Desde 2000, la Unión Europea ha requerido que los mayores contaminadores reduzcan la cantidad de dióxido de carbono que emiten o que compren créditos en un mercado abierto.

Buena parte de este comercio ocurre en una bolsa fundada en 2005 por Sandor, que alguna vez fue un académico de la Universidad de California en Berkeley y quien se ha convertido en un empresario del cambio climático.

Sandor es uno de los inversionistas más exitosos entre aquellos que buscan lucrar de una mayor conciencia ecológica, ya sea al especular con el precio de las materias primas o al lanzar compañías de energía eólica. El año pasado, el mercado global de permisos de emisión casi se duplicó a 40.000 millones de euros (unos US$60.000 millones), según la firma de investigación de mercado Point Carbon.

Climate Exchange, la compañía de Sandor, maneja el 90% del corretaje que se lleva a cabo en las bolsas de carbono y tiene una capitalización de mercado de más de US$1.000 millones. La participación de Sandor de 20% vale, en papel, más de US$200 millones.

Es una inusual mezcla de teoría de los mercados y ambientalismo.

"La derecha siempre sospecha que uno es un ambientalista que se la pasa abrazando árboles y la izquierda lo acusa a uno de ser un capitalista que sólo busca hacer dinero", dice Sandor, que en la década de los 90 desarrolló un sistema basado en los mercados para reducir los contaminantes que causan la lluvia ácida.

Su éxito en el corretaje de carbono ha despertado el interés de sus rivales.

En enero, NYSE Euronext lanzó su propia bolsa de carbono, para un total de al menos ocho mercados en todo el mundo.

Aludiendo a un "gran potencial de crecimiento", la Bolsa Mercantil de Nueva York planea entrar a este sector en el primer trimestre de este año.

Los programas de corretaje de permisos como el europeo buscan darle a las empresas que contaminan un incentivo financiero para que adopten prácticas más seguras para el medio ambiente. Los gobiernos imponen límites de emisiones y las compañías que no los agotan pueden intercambiar sus créditos de contaminación con otras firmas dispuestas a pagar por contaminar. Con el paso del tiempo, los límites se hacen más estrictos, haciendo que sea más costoso continuar contaminando.

Cerca de un 70% de los permisos de emisión cambia de manos fuera del mercado, en transacciones privadas entre compañías.

A menudo es más eficiente comerciar en una bolsa que encontrar un comprador o vendedor por su cuenta. Pero, para los intercambios más grandes, muchas compañías y bancos aún prefieren realizar acuerdos privados para no alertar a sus competidores o causar oscilaciones drásticas en este incipiente mercado.

La bolsa creada por Sandor es una pieza clave de la infraestructura financiera que soporta este sistema, ya que le da a estas compañías, la mayoría de las cuales son gigantes industriales como eléctricas, siderúrgicas y fabricantes de cemento, una idea clara del precio de mercado de los créditos de emisión, tanto en la actualidad como en el futuro.  También permite que los fondos de cobertura y otros inversionistas especulen con los permisos, de la misma forma en la que lo harían con otros activos como oro o acciones.  Algunos economistas, incluyendo al ganador del Nobel de Economía Joseph Stiglitz y el ex presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente George Bush, Gregory Mankiw, argumentan que es mejor castigar con impuestos a las empresas que contaminan.  Un impuesto al carbono, postulan, sería más transparente y menos vulnerable al lobby de las industrias que buscan la ampliación de los límites de emisiones.

Otras críticas al mercado de créditos se concentran en los magos financieros, como Sandor, que diseñan y dirigen los mercados.  "Los recursos financieros están siendo redistribuidos a los bancos y los corredores en vez de pagar por innovaciones tecnológicas para reducir las emisiones", dice Carlo Stagnaro del centro de investigación italiano Istituto Bruno Leoni, quien acaba de publicar un estudio sobre el sistema europeo de intercambio de emisiones.
El propio sistema europeo muestra evidencia de estos problemas. Los gobiernos inicialmente cedieron a la presión de las industrias y emitieron demasiados permisos de carbono, restando fuerza al incentivo para que las compañías redujeran sus emisiones.  El sistema, que ha estado en funcionamiento por tres años en Europa, aún no ha producido grandes reducciones en las emisiones de gases contaminantes. Pero el corretaje de carbono se ha disparado, entregando buenas ganancias a los bancos, corredores y bolsas como la fundada por Sandor. Las empresas eléctricas y las grandes industrias tratan continuamente de ganar dinero con las fl uctuaciones de precios y protegerse de su riesgo futuro, además de cumplir con las reglas del protocolo de Kioto.
Robert Stavins, economista ambiental de la Escuela de Negocios John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, está de acuerdo en que el mercado de créditos de carbono de Europa no es perfecto, pero defiende el rol de las entidades financieras. "La única forma en la que podemos combatir el cambio climático es si hay una oportunidad para que las empresas y las personas puedan ganar una fortuna con él", dijo.

Eso es lo que Sandor ha hecho. "Soy un capitalista que dirige un negocio y tiene que entregar ganancias a los accionistas", dijo durante una entrevista reciente en Londres. "Me considero un ambientalista, pero separo esos sentimientos de mi trabajo diario".

Londres


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Rodrigo González Fernández
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