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Este artículo pertenece al periódico electrónico de julio de 2008 "Parques nacionales, patrimonio de Estados Unidos". Para consultar los demás artículos de este periódico haga clic a la derecha
Jeff Rennicke
Los glaciares que dieron su nombre al Parque Nacional de los Glaciares se han reducido hasta llegar a la tercera parte del tamaño que alcanzaban hace más de 100 años, según indica un estudio del Servicio Geológico de Estados Unidos. La marisma de agua dulce de los Everglades se ve amenazada por la intrusión del agua salada de la cercana Bahía de la Florida. El cambio climático es una realidad para el sistema de Parques Nacionales, y se empiezan a tomar medidas integrales para reducir las emisiones de carbono.
Jeff Rennicke enseña en la Escuela Conserve de North Woods, Wisconsin. Este artículo es una reproducción de una versión previa que apareció originalmente en la edición del otoño del 2007 de la revista National Parks, publicación de la Asociación para la Conservación de Parques Nacionales, organización privada sin fines de lucro dedicada a la protección y mejora de los parques estadounidenses.
Desde la mezcla de niebla y humo que van en aumento en las montañas Great Smoky hasta la disminución de las pozas lugar de cría de las aves acuáticas, ningún rincón del sistema de parques nacionales está fuera del alcance de los dedos ardientes del cambio climático. "Es el mayor reto que nunca hayamos encarado", dice Mark Wenzler, director del programa de aire puro de la Asociación de Conservación de Parques Nacionales, "un reto que amenaza cambiar la trama misma de los lugares que llamamos parques nacionales". La realidad de ese reto ha creado lo que Wenzler llama "un sentido real de urgencia para actuar".
Uno de los resultados de esa urgencia ha sido la creación del programa "Parques Amigos del Clima" (Climate Friendly Parks - CFP), iniciativa cooperativa de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos y el Servicio de Parques Nacionales. Iniciado en el año 2003, el CFP tiene tres objetivos: adiestrar al personal de los parques en cuanto al cambio climático; ayudar a los parques a evaluar, vigilar y disminuir su propio impacto ambiental; así como mostrar a los visitantes el modo en que el cambio climático puede afectar los parques y ofrecer ejemplos gráficos de las maneras en que pueden involucrarse en la solución. Se solicita a los parques que celebren talleres CFP, que desarrollen planes de acción y que continuamente observen y evalúen el progreso mientras estén en proceso de convertirse en parques amigos del clima. Hasta hoy, diez parques nacionales, entre ellos Water Gap de Delaware, Everglades, Bahía de los Glaciares, Yosemite y Zion han celebrado talleres, y hay más en preparación. Se trata de una nueva perspectiva de nuestros parques, dice Shawn Norton, uno de los coordinadores del programa. Y cuando se le pide que describa el parque amigo del clima llevado a la perfección, habla con un celo de visionario.
"Un perfecto parque amigo del clima es primero y antes que nada neutro, y no añade emisiones de carbono a la atmósfera", dice Norton. Cuando uno entra al parque se le ofrece información sobre prácticas sostenibles, junto con un mapa de senderos y un pase para andar por ellos. En lugar de un enredo causado por demasiados automóviles privados y contaminantes que luchan por unos pocos lugares de estacionamiento, uno aborda un sistema de transbordadores propulsados con energía alternativa que lo llevan rápida, silenciosa y de forma limpia a cualquier parte del parque a donde quiera ir. El centro de visitantes, que se funde de modo casi invisible con el paisaje debido a su arquitectura integrada en lo natural y trazado paisajístico, y que incluso tiene un "tejado verde" de plantas autóctonas, es una instalación de energía limpia que aprovecha la energía solar, eólica o geotérmica, con tecnología LED y luz natural. La comida que se compra en el merendero es orgánica y de origen local. Los objetos de arte de la tienda de regalos están hechos con materiales reciclados tales como vidrio y aluminio. Los baños están equipados con inodoros de volumen reducido y grifos que se cierran automáticamente para economizar agua, y los productos utilizados en su limpieza son no tóxicos. Los vehículos de los guardas forestales que patrullan el parque no emiten contaminantes dañinos. Los edificios más apartados están dotados de paneles fotovoltaicos para satisfacer sus propias necesidades energéticas. Y carteles indicativos lo explican todo a los visitantes, además de ofrecer sugerencias sobre cómo reducir su propio impacto ecológico mientras están el parque y de regreso en sus hogares.
Esta perspectiva no es tampoco una simple ensoñación futurista. "No estamos muy lejos de hacer que mucho de esto sea realidad", dice Norton. "Podemos reducir sustancialmente nuestro consumo de energía. Podemos reducir nuestras emisiones de forma importante. Podemos reducir nuestro consumo de agua utilizando tecnologías actuales, y, si nos empeñamos en ello, podríamos hacerlo en diez años en casi todos los parques. Apenas hemos empezado, pero más parques se suman cada día".
Uno de esos parques es Zion, en Utah. En el año 2000, un sistema de transbordadores reemplazó cada día a 5.000 vehículos privados con 30 autobuses que utilizan propano, lo que reduce en casi 14.000 toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero que, de otro modo, habrían cubierto los cielos del parque en el curso de un año. Un nuevo centro "ecológico" de visitantes aprovecha la energía solar para cubrir el 30 por ciento de sus necesidades energéticas, saca partido de la luz natural para proporcionar el 80 por ciento de la iluminación que necesita y proporciona grandes torres de enfriamiento que proveen aire acondicionado creado con poca energía en verano así como un sistema de calefacción pasiva con una pared Trombe, una pared cuyo frente da al sol y que está hecha con materiales que absorben el calor, tales como el adobe o la piedra, con el fin de almacenar calor para los días más fríos. Considerada un modelo para la construcción en los parques nacionales, la nueva instalación reduce el consumo de energía alrededor de un 75 por ciento y elimina cada año más de 136.000 kilogramos de emisiones de gases del efecto invernadero.
Menos visibles son el mayor uso de materiales de construcción no perjudiciales para el medioambiente y productos de limpieza no tóxicos, así como un incremento radical en las iniciativas de reciclaje dentro del parque. "La iniciativa Parques Amigos del Clima nos permitió ocuparnos de la gestión ambiental y el cambio climático mientras identificábamos las áreas prioritarias de nuestro sistema de gestión ambiental", dice Jock Withworth, superintendente de Zion. "Ahora tenemos una mejor idea de los impactos del cambio climático en los recursos naturales y culturales del parque, y podemos identificar posibles soluciones".
El cambio va llegando a nuestros parques nacionales, eso es evidente. El aspecto que tendrá ese cambio y la forma en que el personal, los visitantes y los parques mismos se adaptarán a esta nueva realidad no se ha aclarado todavía. Pero, como señala Bob Krumenaker, superintendente de la Isla del Apóstol, "Aquellos que estamos en el Servicio de Parques Nacionales tenemos un negocio a perpetuidad. Cualesquiera que sean los cambios que sufra el clima, nuestros parques seguirán allí. Ante el cambio climático mundial, nuestros parques pueden cobrar una importancia aún mayor como uno de los lugares más primitivos, intocados y ecológicamente significativos que quedan en el planeta".
Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente el punto de vista ni la política del gobierno de Estados Unidos.
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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