Rodrigo González Fernández
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Nueva Zelanda, con el calentamiento
Adrian y Phyll Paton (ASta Rangi). |
Sin embargo, a pesar de su éxito en la producción de vinos de calidad, Nueva Zelanda lleva mucho tiempo con problemas para producir en cantidades significativas para la exportación, por causa del clima. Nueva Zelanda es uno de los países más meridionales del mundo y las heladas y los vientos cortantes de la Antártida hacen difícil cultivar uvas válidas para elaborar vino.
Se espera que el aumento de temperaturas debido al calentamiento global haga a las zonas frías de Nueva Zelanda más templadas y adecuadas para el cultivo de la uva. Así que no sorprende que los viticultores del país sean optimistas ante la perspectiva del cambio climático. "El panorama general del vino de Nueva Zelanda es muy, muy bueno", dice Philip Gregan, presidente de la corporación sectorial Viticultores de Nueva Zelanda.
El vino se produce sólo en las áreas más templadas y secas del país, principalmente Gisborne y la bahía de Hawke en la costa oriental de la isla del norte, y Marlborough en el extremo septentrional de la isla del sur.
Sin embargo, añade Gregan, si las temperaturas en Nueva Zelanda se incrementan en uno o dos grados, tal y como se prevé, el cultivo del vino podría extenderse a otras regiones del país que actualmente son demasiado frías o húmedas para producir uvas. "Eso va a ampliar el abanico de oportunidades que se nos abre, y en algunos aspectos puede ser positivo para nosotros", explica. "Podríamos aumentar nuestras tipologías de vino o cultivar uvas en las laderas".
Entretanto, Australia, el mayor competidor de Nueva Zelanda en el mercado de exportación de vino, se enfrenta a recortes en la producción y a una caída en la calidad de sus vinos de renombre internacional debido al calentamiento global, uno de los factores que han llevado al país a padecer la peor sequía en un siglo y que podría hacer que algunas zonas se volvieran demasiado cálidas y secas para el cultivo de la uva.
Mientras el sol veraniego azota su viñedo rodeado de árboles, el productor neozelandés Clive Paton estima que la perspectiva que se le presenta al floreciente sector del vino parece mejor que nunca, ahora que prolifera la demanda mundial de vino de calidad. "Cada año las cosechas se comportan mejor y, paralelamente, los productores también envejecen el vino cada vez mejor", comenta Paton, que hace 27 años adquirió un terreno yermo de cinco hectéreas y fundó la marca Ata Rangi. Ata Rangi se produce en Martinborough, región vinícola que se encuentra a poco más de una hora de la capital, Wellington. La pequeña ciudad, cobijada en un valle, presume de un microclima único más cálido y seco que el de las zonas colindantes.
Pero el clima está cambiando lentamente. Paton cuenta que ha observado que la primavera registra un número cada vez mayor de heladas. Las noches frías tienen unos efectos desastrosos para la fruta joven de la vid si la recubren de hielo, porque esto matará las uvas. No obstante, estas heladas son un arma de doble filo, porque un cambio de temperatura pronunciado del día a la noche también ayuda a desarrollar los compuestos del interior de las uvas, que deparan sabores más intensos.
Mientras los viticultores otean en el horizonte unos patrones climáticos que permitan producir uvas excelsas, el vino de Nueva Zelanda está obteniendo una reputación internacional de calidad suprema. El bajo volumen de producción implica que los cultivadores han de centrarse en producir vinos de alta calidad para conseguir buenos beneficios.
Un estudio realizado en 2005 por Rabobank, el banco holandés especializado en el negocio agroalimentario, descubrió que los vinos de Nueva Zelanda son, de todos los del Nuevo Mundo, los que alcanzan un precio más elevado en el mercado de exportación, con una media de 5,25 dólares el litro, muy por delante de los 2,92 dólares de los vinos australianos y los 2,17 de los estadounidenses.
La cantidad de vino que el país puede producir es limitada y siempre lo será, un factor que coadyuva a su imagen de excelencia. Los vinos de Nueva Zelanda constituyen aproximadamente el 1% de las exportaciones en todo el mundo. Pero si pudieran cultivarse uvas en una superficie mayor de este país montañoso y volcánico, Nueva Zelanda podría sacar provecho de su recién adquirida reputación de productora de algunos de los mejores blancos del mundo.
El sauvignon blanc de la región de Marlborough ha sido decisivo en la forja de esta reputación. Marcas como Montana, Kim Crawford y Tohu, que han recibido medallas en el Wine Challenge de Londres, han ayudado a fortalecer dicha imagen.
La viticultura en Nueva Zelanda es casi tan antigua como la colonización europea, y las primeras cepas fueron platadas por los misioneros franceses en la zona de la bahía de Hawke, en la isla del norte, en la década de 1850. La influencia de los inmigrantes europeos fue notoria al principio, y pobladores como los croatas Josip Babic y Nikola Delegat plantaron viñas y fundaron marcas que todavía conservan sus nombres.
Durante más de un siglo, el vino sólo se consumía en el mercado doméstico, y las exportaciones únicamente comenzaron en las décadas de 1970 y 1980. En los últimos diez años, el valor del vino exportado ha crecido de los 75,9 millones de dólares neozelandeses a los 698,3, y la industria predice que alcanzará los mil millones (520 millones de euros) en 2010. El número de bodegas también se ha elevado de las 90 de 1990, cuando Paton entró en el negocio, hasta casi 600.
La historia de Paton es representativa de las pequeñas bodegas que dominan el sector. Las cuatro principales aportan más del 60% de la producción. Paton entró en él motivado por una buena dosis de amor al vino y por el deseo de intentar producir el suyo propio. "Me interesa tanto ahora como me interesó entonces. Quizás más con cada nueva cosecha, porque sabes que te estás quedando sin añadas con envejecimiento".
Paton afirma que los vinos de Nueva Zelanda se deben ante todo a su clima, que crea unos sabores únicos en las uvas, y a la pericia de los productores para llevarlos a la botella. "Nueva Zelanda se ha hecho con un nicho particular gracias a sus blancos, secos y vibrantes e intensamente afrutados", escribe Tom Cannavan en su portal web de críticas de vinos www.wine-pages.com.
El sauvignon blanc sigue representando la mayor parte de las exportaciones de Nueva Zelanda, pero otras variedades se están haciendo un nombre propio; por ejemplo, el pinot noir que domina la producción de Ata Rangi.
Paton considera que el clima de Martinborough es ideal para producir pinot noir, pero bastaría con un ligero incremento de temperaturas para romper el equilibrio. De modo que Paton, preparando un eventual cambio de producto, ha puesto los ojos en el syrah, también conocido como shiraz, y está estudiante los matices de una variedad alternativa. "Incluso aunque la temperatura suba medio grado o un grado, va a seguir siendo un sitio estupendo para cultivar uvas", opina Paton.
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