miércoles, 11 de noviembre de 2009

Males que atrae el cambio climático

Males que atrae el cambio climático



  • Padecimientos que antes eran propias de ciertos lugares, se han propagado debido a los cambios en la temperatura.


Males que hace unos 10 años eran habituales en las zonas tropicales, como la malaria o el dengue están proliferando en casi todo el mundo, lo que ocasionará  patrones cambiantes de mortalidad.

Miembros de la Sociedad para la Conservación de la Flora y la Fauna en España han estudiado una docena de virus patógenos que, de continuar las tendencias actuales afectarán a los seres vivos y por ende las economías de todo el mundo, pues cada gobierno invertirá para tratar de mantener a salvo a su gente.

Algunas de las enfermedades que pueden propagarse debido al cambio climático, que modificará los patrones que sigue la cadena alimenticia son:
Tuberculosis, enfermedad del sueño (la tripanosomiasis es endémica en algunas zonas de África subsahariana), Fiebre del Valle del Rift,´mareas rojas´ desviadas que generen daños a los animales, gripe aviár, cólera ébola, babebiosis, fiebre amarilla, lyme.

Un documento publicado por la revista The Lancet dice que es necesario advertirle a la población que las consecuencias del calentamiento global afectarán seriamente la salud humana.

A la par las enfermedades infecciosas aumentarán a medida que sube la temperatura de la tierra. También especies enteras de animales podrían desaparecer como consecuencia del calentamiento global.

El cambio climático también podría "estresar" a las plantas  y animales , haciéndolos más susceptibles a enfermedades.

FUENTE: www.altonivel.com.mx
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RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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Cambio climático amenaza a países en desarrollo

Cambio climático amenaza a países en desarrollo



  • Los países de economías emergentes se verán más afectados por este fenómeno ya que actúa como multiplicador de problemas en países vulnerables.


Según el último informe realizado por la Campaña del Milenio de Caritas Italia, la Unión Deporte para Todos y el Fondo para la Naturaleza (WWF), llamado "Stand up 2009: unidos contra la pobreza y los cambios climáticos", los desastres naturales provocados por el cambio climático tienen un mayor impacto en países que aún están en vías de desarrollo.

Aluviones, escasez de agua, hambre e incremento de las enfermedades, son algunos de los efectos que ha provocado el efecto invernadero, y que hoy, países como Kenya, Rwanda o Bangladesh.

"El cambio climático tiene un enorme impacto sobre la vida de las personas que viven en los países en vías de desarrollo, al actuar como multiplicadores de problemas", asegura el estudio. En tanto, los desastres naturales se ha cuadruplicado durante los últimos 20 años, asevera la WWF.

El informe agrega que los efectos climáticos en las poblaciones más pobres han llevado a que 94% de los desastres naturales fueran en países en desarrollo, y con el ritmo actual, Bangladesh habría producido 35 millones de refugiados para 2100.

A la vez, pronostica que casi 2 mil millones de personas en África y Asia sufrirán sed en 2025, y 600 millones de personas se sumarán a los demás hambrientos para 2080.

Esto, además del resurgimiento de enfermedades infecciosas como la malaria en Brasil y Sudáfrica.

Desarrollados también afectados

En el libro "The Rising Sea ("El mar creciente"), sus autores, Rob Young y Orrin Pilkey, denominan a las 10 ciudades más susceptibles a los efectos del cambio climático, tanto por su gran cantidad de habitantes, como también por su localización y antecedentes.

A continuación, las 10 urbes que podrían ser más afectadas por el cambio climático:


1. Miami, Florida, EU.
Una de las ciudades más grande de Estados Unidos, posee buena parte de su territorio agua y arena, siendo riesgosa ante posibles inundaciones y aluviones.

2. Venecia, Italia.
La ciudad sobre el mar ha presentado un aumento de 10 cm en el nivel del mar durante los últimos 10 años.

3. Nueva York, EU.
Según la revista científica Science Daily, "se prevé que el calentamiento global incremente el nivel del mar del noreste de Estados Unidos dos veces más rápido que el del resto del mundo".

4. Bombay, Maharastra, India.
Bonbay está a sólo 14 metros sobre el nivel del mar, y es una de las ciudades con más densidad de población.

5. Singapur.
Es una de las ciudades más vulnerables frente al aumento en el nivel del mar.

6. Nueva Orleans, Luisiana, EU.
El punto más alto de esta ciudad está a sólo dos metros sobre el nivel del mar, lo que la hace como una de las ciudades más indefensas frente un posible maremoto.

7. Osaka, Japón.
Según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, el aumento en el nivel del mar acabará con el 100% de sus playas arenosas.

8. Tampa Bay y San Pete, Florida, EU.
Se ha registrado un aumento en el nivel del mar de sus costas desde 1940.

9. Dacca, Bangladesh.
Con siete millones de habitantes, es una de las diez ciudades más pobladas del mundo.

10. Tokio, Japón.
Está ciudad está a sólo cinco metros sobre el nivel del mar, lo que la hace ser una de las ciudades que posiblemente será afectada por el cambio climático.

Fuentes: La tercera/ De 10.com


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El imperativo climático

El imperativo climático

Hoy es urgente y esencial que el mundo se movilice ante el cambio climático. De hecho, ya no puede haber debates acerca de la necesidad de actuar, porque el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC), que presido, ha establecido que el cambio climático es una realidad inequívoca y más allá de cualquier duda científica.

Por ejemplo, está habiendo cambios en los patrones de precipitaciones, con una tendencia a que haya mayores niveles de lluvias en las latitudes superiores del mundo y menores precipitaciones en regiones tropicales y subtropicales, así como en el área del Mediterráneo. También está aumentando la cantidad de casos de lluvias extremas, y se están generalizando. Más aún, la frecuencia e intensidad de las ondas de calor, las inundaciones y las sequías van en aumento.

Este cambio en el patrón y la intensidad de las lluvias tiene serias implicancias para varias actividades económicas, así como para la preparación de los países para manejar emergencias como inundaciones costeras de gran escala o nevazones intensas.

Algunas partes del mundo son más vulnerables que otras a estos cambios. La región ártica, en particular, se ha estado calentando a tres veces el ritmo del resto del planeta. Los arrecifes de coral, los grandes deltas (que incluyen ciudades como Shangai, Calcuta y Dhaka) y los pequeños estados formados por islas son también extremadamente vulnerables al aumento del nivel del mar.

Entre otros efectos negativos del cambio climático se encuentra la posible reducción del rendimiento de las cosechas. Por ejemplo, en algunos países africanos podría llegar a disminuir en un 50% para el año 2020. El cambio climático produciría una mayor escasez de agua, que para el año 2020 podría afectar a entre 75 y 250 millones de personas tan sólo en África.

En general, se estima que las temperaturas aumentarán para el año 2100 entre 1,1ºC y 6,4ºC. Para centrarse con mayor precisión en estos escenarios, el PICC ha concluido que lo más probable es que el extremo inferior de esta gama sea 1,8ºC, y 4ºC el superior. Incluso en la estimación más baja, las consecuencias del cambio climático podrían ser graves en varias partes del mundo, lo que incluiría una mayor escasez del agua, graves efectos sobre los ecosistemas, y vidas y propiedades amenazadas debido a inundaciones en zonas costeras.

Puede haber además graves consecuencias para la salud humana si no se pone control al cambio climático, particularmente mayor morbilidad y mortalidad como resultado de olas de calor, inundaciones y sequías. Más aún, cambiaría la distribución de algunas enfermedades, haciendo más vulnerables a las poblaciones humanas.

Puesto que el efecto del cambio climático es global, hace falta que el planeta como un todo adopte medidas específicas de adaptación. Sin embargo, ya es claro que la capacidad de adaptación de algunas comunidades se verá superada rápidamente si no se reduce la intensidad del cambio climático.

Para ayudar a estas comunidades vulnerables, es esencial que el mundo idee un plan de acción para limitar la emisión de gases que incrementan el efecto invernadero (GEI) . El PICC ha evaluado varios escenarios, y uno que limitaría el aumento futuro de las temperaturas a entre 2 y 2,4ºC requeriría que las emisiones llegaran a su punto máximo no más allá del año 2015, y que se redujeran a partir de entonces. El ritmo de reducción determinaría en qué medida sería posible evitar los peores efectos del cambio climático.

El PICC también ha concluido que un esfuerzo así de estricto para reducir el cambio climático no significaría más de un 3% del PGB global en el año 2030. Lo que es más, hacerlo conlleva enormes beneficios: las menores emisiones de GEI estarían acompañadas de una menor polución del aire y mayor seguridad energética, más producción agrícola y mayores índices de empleo. Si estos beneficios se tomaran en cuenta como un todo, ese coste del 3% del PGB para el año 2030 sería significativamente menor, quizás hasta negativo. El mundo podría optimizar su producto económico y su bienestar al buscar una manera de reducir el cambio climático.

Por tanto, la necesidad de una acción internacional surge de dos importantes observaciones resultantes del trabajo del PICC. Primero, si no mitigamos las emisiones de GHG, será difícil revertir los efectos negativos del cambio climático, lo que implicará más dificultades y posiblemente un riesgo de supervivencia para la humanidad y otras especies.

Segundo, los beneficios de reducir la emisiones de GEI son tan abrumadores que esto, combinado con las perspectiva del daño resultante de la inacción, hace imperativo que el mundo diseñe una respuesta y un plan de acción internacionales. Considerando el reto al que nos enfrentamos, cuya magnitud y naturaleza ha sido claramente descrita por el PICC, la Conferencia de Copenhague, que se ha de realizar este año, debe producir un acuerdo multilateral que lo aborde de manera adecuada.

R. K. Pachauri, ha recibido el Premio Nobel y es Presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y Director General del Instituto de Energía y Recursos.

FUENTE: http://es.cop15.dk/news/view+news?newsid=1640
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La inminente revolución energética global

La inminente revolución energética global

El futuro de la humanidad, para no hablar de su prosperidad, dependerá de cómo el mundo aborde dos desafíos energéticos centrales: asegurar suministros confiables de energía costeable y virar a una energía eficiente de bajo contenido de carbono.

El Escenario de Referencia -en el que no se introducen políticas nuevas- dentro del Panorama de la Energía Mundial 2008 de la Agencia Internacional de Energía ve un crecimiento anual de la demanda de energía primaria global del 1,6% promedio hasta 2030, de 11.730 millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep) a apenas poco más de 17.010 Mtep -un incremento del 45% en apenas más de 20 años.

China e India representan poco más de la mitad de este incremento, mientras que los países de Oriente Medio contribuyen otro 11% a la demanda. Los países que no son miembros de la OCDE representan el 87% del incremento, de manera que su porcentaje de la demanda de energía primaria mundial aumentará de 51% a 62%.

Se espera que la mayoría de los incrementos en la producción de petróleo provengan de unos pocos países -principalmente en Oriente Medio, pero también Canadá con sus vastas reservas de arenas bituminosas, la región del Caspio y Brasil-. Lo producción de gas en Oriente Medio se triplicará y cuanto menos se duplicará en África, donde existen grandes reservas de bajo costo.

La tendencia según la cual los países consumidores se vuelven sostenidamente más dependientes de la energía proveniente de una pequeña cantidad de países productores amenaza con exacerbar los temores por la seguridad energética. La impasse en el suministro entre Rusia y Ucrania de 2009 hizo que estas preocupaciones se volvieran cristalinas en Europa, donde se calcula que las importaciones de gas aumentarán al 86% de la demanda para 2030, del 57% en 2006.

Por supuesto, aumentar la dependencia de las importaciones no necesariamente implica una menor seguridad energética, no más de lo que la autosuficiencia garantiza un suministro ininterrumpido. Sin embargo, una mayor inseguridad en el corto plazo parece inevitable a medida que se reduce la diversidad geográfica del suministro y crece la dependencia de rutas de suministro vulnerables.

También se espera que aumenten los riesgos de la seguridad energética a más largo plazo. Mientras las reservas de petróleo que quedan en el mundo se concentran cada vez más en un pequeño grupo de países, el dominio de estos países en el mercado puede amenazar el ritmo de la inversión. Cuanto mayor sea la demanda de petróleo y gas de estas regiones, mayor la probabilidad de que estas regiones quieran aplicar precios más altos, y mantenerlos altos difiriendo la inversión y limitando la producción.

Un crecimiento incontenible de la demanda energética claramente tendrá consecuencias graves para el clima también. De acuerdo con el Escenario de Referencia, que representa "seguir haciendo lo mismo", la AIE apunta a un continuo crecimiento del CO2 y emisiones de otros gases de tipo invernadero; existen proyecciones de que las emisiones de CO2  crecerán el 45% para 2030, mientras que otros gases de tipo invernadero contribuirán a un eventual incremento de la temperatura promedio de hasta 6°C.

Las tres cuartas partes del CO2 adicional provendrán de China, India y Oriente Medio, y alrededor del 97% de los países no pertenecientes a la OCDE en su conjunto -aunque las emisiones per capita de los países no pertenecientes a la OCDE estarán muy por debajo del promedio de los países de la OCDE-. Si resisten a la tendencia global, sólo la Unión Europea y Japón verán menores emisiones en 2030 que hoy.

El sector energético tiene una tasa relativamente lenta de sustitución del capital debido a la prolongada vida útil de gran parte de su infraestructura. Normalmente la difusión de tecnologías más eficientes en el todo el sector energético demora muchos años. En consecuencia, tanto los sectores público como privado deben aceptar la necesidad de inversiones adicionales, así como los costos potenciales de un retiro temprano del capital, para acelerar este proceso y ofrecer recortes profundos en las emisiones.

Dos escenarios de políticas climáticas de la AIE muestran cómo podríamos estabilizar la concentración de gases de tipo invernadero en 550 o 450 partes por millón de equivalente de CO2. El escenario de 550 equivale a un incremento en la temperatura global de aproximadamente 3°C, mientras que el escenario de 450 implica un incremento de alrededor del 2°C.

En el escenario de 550, la demanda de energía hasta el 2030 aumenta en aproximadamente el 32%, mientras que la porción de combustibles fósiles decae marcadamente y la demanda promedio en más del 1,2% anual, comparada con el 1,6% en el Escenario de Referencia. Las emisiones de CO2 relacionadas con la energía alcanzarían un pico en 2025 y decaerían ligeramente para 2030.

El escenario de 450 presenta un enorme desafío. El nivel de emisiones de 2030 para todo el mundo sería inferior a las emisiones proyectadas para los países no pertenecientes a la OCDE solamente en el Escenario de Referencia. En otras palabras, aún si los países de la OCDE redujeran sus emisiones a cero, ellos solos no podrían poner al mundo en la trayectoria de 450 partes por millón. Hacerlo implicaría un cambio de tecnología que -en términos de escala y velocidad de implementación- no tiene precedentes.

Las buenas noticias son que ya conocemos muchas de las políticas y tecnologías que pueden ofrecer ahorros sustanciales en el consumo de energía y emisiones de CO2.  Pero las decisiones correctas se pueden empezar a tomar e implementar ahora mismo.

Estamos hablando de cambios significativos en el patrón de inversión en las cadenas de suministro y demanda, así como un enorme gasto adicional en nuevo capital social, especialmente en centrales de energía y en equipos y aparatos más eficientes en términos de energía. Si bien la escala total de la transformación implica depositar una carga sustancial tanto en el sector público como en el privado, la actual crisis financiera debería utilizarse como una oportunidad más que como una barrera para su lanzamiento.

La energía renovable desempeñará un papel importante. Se calcula que la generación global de electricidad basada en energías renovables (principalmente energía hidroeléctrica y eólica, pero también solar y de biomasa) se duplicará entre 2006 y 2030. En la UE, se calcula que la porción de energía eólica en la generación total de energía aumentará al 14% para 2030, del 2% actual, y representaría mucho más de la mitad del incremento total en la generación de energía de la UE. En el escenario de 450, las energías renovables representan el 30% de la mezcla de generación energética de la UE en 2030, muy por encima del 10% actual.

Los gobiernos deben galvanizar esta transformación. Las señales claras de tarificación, incluida la tarificación de las emisiones de carbono, son cruciales, y muchos países no pertenecientes a la OCDE, además de necesitar un respaldo financiero que ayude a reducir sus emisiones de gases de tipo invernadero, pueden beneficiarse con la eliminación de los subsidios a los combustibles.

Pero las señales claras de tarificación no son suficientes, ya que un futuro reducido en carbono requiere importantes avances en el desarrollo de tecnología y en su puesta en funcionamiento. Los gobiernos pueden crear incentivos para innovar, alentar la investigación y derribar barreras internacionales. Y es necesario que gran parte de la inversión adicional sea hecha por los hogares, impulsados por un cambio profundo en las actitudes sociales frente a la eficiencia energética.


Fatih Birol es el economista jefe de la Agencia Internacional de Energía con sede en París.

Copyright: Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org
Traducción de Claudia Martínez

FUENTE: http://es.cop15.dk/news/view+news?newsid=1796
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DINERO VERDE

Dinero verde

NUEVA YORK – Hay pocas dudas de que el verde será el color metafórico de preferencia de los líderes mundiales cuando se reúnan en la Cumbre del G-20 en Pittsburgh. La atención se centrará en convertir los "brotes verdes" de la recuperación en un "crecimiento verde" sostenible, impulsando "economías verdes" que vayan en la dirección del objetivo de proteger el clima mundial.

Los gobiernos de los países ricos están comenzando a enunciar en palabras lo que esto significará en términos de política, cambios de estilo de vida e inversiones necesarias para desarrollar fuentes de energía limpias. Sin embargo, para tener éxito,"un nuevo trato verde" tendrá que enfrentar algunos retos enormes en el mundo en desarrollo, donde los efectos del calentamiento global se sentirán primero y más fuerte, y donde el rápido crecimiento requiere una expansión masiva de energías de bajo coste.

Globalmente, más de 30 millones de toneladas de equivalentes del petróleo se consumen en forma de energía primaria cada día, equivalente a 55 kilowatts- hora por día por persona, mientras los países ricos consumen en promedio más del doble de esa cifra. Para muchos países en desarrollo la cifra es muy inferior a los 20 kwh; China está aún muy por debajo del promedio mundial, e incluso la mayoría de los mercados emergentes consumen menos de un tercio del promedio de varias economías avanzadas.

Los indicadores económicos tras las iniciativas para cerrar estas brechas energéticas son relativamente simples. Hasta un umbral de cerca de 100 kwh per cápita, el consumo de energía y los indicadores de desarrollo humano van de la mano. A los precios actuales, serían necesarios entre 10 y 20 dólares por persona por día para alcanzar ese umbral.

Esto pone la seguridad energética fuera del alcance no sólo de los más pobres, sino también de la mayoría de las personas en las economías emergentes. Gastar $10 por día en energía, por ejemplo, agotaría los ingresos per cápita de países como Angola, Ecuador y Macedonia. Por tanto, en el mundo en desarrollo se necesitan con urgencia grandes inversiones en servicios energéticos.

Con el fin de dar más energía para cumplir las metas del desarrollo sin acelerar el calentamiento global, debe haber un cambio a una nueva infraestructura energética que se construya alrededor de recursos renovables (de los cuales probablemente los más significativos sean la energía solar, la energía eólica y los biocombustibles), carbón más limpio y captura y almacenamiento de carbono.

El problema es que éstas son en la actualidad opciones mucho más costosas que las de sus alternativas con altas emisiones de carbono. A las autoridades de los países en desarrollo les preocupa que, si se las obliga a seguir este rumbo, los servicios energéticos modernos terminen fuera de alcance de los países, las familias y las comunidades pobres.

Las soluciones de mercado al reto del cambio climático presentan el muy serio riesgo de socavar los objetivos del desarrollo, precisamente porque apuntan a elevar el precio de los servicios energéticos con el fin de hacer las fuentes de energía renovables más atractivas a los inversionistas privados. De hecho, los elementos proteccionistas que se encuentran engarzados en estas propuestas las convierten decididamente en contrarias al desarrollo.

En consecuencia, lo que se necesita es una inversión pública masiva en suministro de energías más limpias, combinada en el corto plazo con subsidios adecuados para compensar los altos precios iniciales. Si se centra en las opciones tecnológicas más prometedoras (digamos, energía solar y eólica), una estrategia así permitiría una reducción temprana de los costos por unidad a través de innovación, capacitación y economías de escala, daría al sector privado señales claras, creíbles y atractivas, y estimularía la eficiencia en el uso de la energía.

El gran obstáculo es el acceso a fuentes de financiamiento previsibles y asequibles. Apoyar este gran impulso hacia las energías limpias en el mundo en desarrollo depende en gran medida de los gobiernos de los países ricos, ya que su prosperidad económica impulsada por las energías emisoras de carbono ha sido lo que nos ha puesto al borde de la catástrofe climática. Hasta ahora, los países ricos no han estado a la altura del reto; a pesar de los compromisos firmados en Kyoto, Bali y otros encuentros, los recursos comprometidos para la mitigación del cambio climático (para no hablar de adaptación) en los países en desarrollo han sido escasos y han estado mal enfocados.

La escala del apoyo necesario es comparable con el Plan Marshall, que comprometió un 1% del PGB de los Estados Unidos por año para ayudar a reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, como ocurrió con el plan original, los beneficios de largo plazo de un compromiso así serán enormes.

Sin embargo, esta vez la carga no recaerá en un solo país, y ya hay disponible una mayor variedad de fuentes de financiamiento tradicionales e innovadoras para los programas de inversión necesarios en energía renovable y uso eficiente de la energía. Aún así, para aumentar la escala del apoyo multilateral será necesaria una gran reformulación de las finanzas internacionales.

En abril pasado, los líderes del G-20 aceptaron que invertir en una infraestructura que emita bajos niveles de carbono, en particular en cuanto a servicios energéticos, es clave para alcanzar un futuro en que la economía y el medio ambiente sean verdaderamente sostenibles. En Pittsburgh, con la urgencia que nos da la cuenta regresiva para adoptar un tratado que suceda al protocolo de Kyoto este diciembre en Copenhague, el G-20 tendrá una oportunidad real de demostrar que el color del dinero comprometido con las metas climáticas y de desarrollo es verdaderamente el verde.

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Nuestro futuro con poco carbono

Noticia

Nuestro futuro con poco carbono

LONDRES – La conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, que se celebrará en Copenhague el próximo mes de diciembre, debe constituir la culminación de dos años de negociaciones internacionales sobre un nuevo tratado mundial encaminado a abordar las causas y consecuencias de las emisiones de gases que provocan el efecto de invernadero.

Un acuerdo mundial sobre el cambio climático es urgentemente necesario. Las concentraciones de dióxido de carbono y de otros gases que provocan el efecto de invernadero en la atmósfera han alcanzado las 435 partes por millón (ppm) de CO2 equivalente, frente a unas 280 ppm antes de la industrialización en el siglo XIX.

Si seguimos lanzando emisiones como hasta ahora con actividades como la quema de combustibles fósiles y la tala de bosques, las concentraciones podrían alcanzar las 750 ppm al final del siglo. De ser así, el probable aumento de la temperatura media mundial respecto de los tiempos preindustriales será de 5ºC o más.

Hace treinta millones de años que la temperatura de la Tierra no era tan alta. La especie humana, que no lleva más de 200.000 años en ella, tendría que afrontar un medio físico más hostil que nunca. Las inundaciones y las sequías se volverían más intensas y los niveles mundiales del mar serían varios metros más altos, con lo que alterarían gravemente las vidas y los medios de subsistencia y causarían movimientos de población en gran escala y conflictos inevitables en todo el mundo. Algunas partes de éste quedarían sumergidas bajo el agua; otras se volverían desiertos.

Los países en desarrollo reconocen la injusticia de la situación actual y sienten irritación ante ella. Los niveles actuales de gases que provocan el efecto de invernadero se deben en gran medida a la industrialización en el mundo desarrollado desde el siglo XIX. Sin embargo, los países en desarrollo son los más vulnerables ante las consecuencias del cambio climático, que amenazan el crecimiento económico necesario para superar la pobreza. Al mismo tiempo, no se pueden reducir las emisiones al ritmo necesario sin la fundamental contribución del mundo en desarrollo.

Hay que abordar a la vez el cambio climático y la pobreza, las dos amenazas que caracterizan este siglo. Si fracasamos con una, fracasaremos con la otra. La tarea que afronta el mundo es la de afrontar las "limitaciones de carbono" en el medio ambiente, sin por ello dejar de crear el desarrollo necesario para elevar el nivel de vida de los pobres.

Para evitar los graves riesgos resultantes de un aumento de la temperatura media mundial de más de 2ºC, debemos reducir las concentraciones atmosféricas por debajo de 450 ppm, lo que requerirá una reducción de las emisiones mundiales anuales de unas 50 gigatoneladas de CO2 equivalente en la actualidad a menos de 35 gigatoneladas en 2030 y menos de 20 gigatoneladas en 2050.

En la actualidad, las emisiones anuales por habitante en la Unión Europea ascienden a 12 toneladas y a 23,6 toneladas en los Estados Unidos, frente a seis toneladas en China y 1,7 toneladas en la India. Como las proyecciones correspondientes a 2050 indican que la población mundial ascenderá a unos 9.000 millones, se deben reducir las emisiones anuales por habitante a dos toneladas, aproximadamente, de CO2 equivalente, por término medio, para que el total anual mundial ascienda a menos de 20 gigatoneladas.

La mayoría de los países desarrollados están fijándose reducciones de las emisiones anuales de al menos el 80 por ciento –en comparación con los niveles de 1990– de aquí a 2050. Para convencer a los países en desarrollo de que la meta de 2050 es creíble, deben ser a un tiempo ambiciosos y realistas sobre las amenazas políticas internas que afrontan al adoptar y aplicar una metas exigentes para 2020, 2030 y 2040.

Los países en desarrollo necesitan ayuda y apoyo importantes de las naciones ricas para ejecutar sus planes de crecimiento económico con poco carbono y adaptarse a los efectos del cambio climático, que serán ya inevitables en los próximos decenios. Además, los países desarrollados deben prestar un importante apoyo a las medidas encaminadas a frenar la desforestación en los países en desarrollo y para reducir las emisiones en gran medida y rápidamente y con un costo razonable.

A partir de los recientes cálculos de las necesidades suplementarias del mundo en desarrollo a consecuencia del cambio climático, los países ricos deben prestar un apoyo financiero anual –además de los compromisos de ayuda exterior vigentes– de unos 100.000 millones de dólares para la adaptación y otros 100.000 millones para la mitigación de aquí a comienzos del decenio de 2020. Parte de ellos pueden obtenerse mediante el mercado del carbono. Además, los países ricos deben demostrar que el crecimiento con poco carbono es posible invirtiendo en nuevas tecnologías, que se deben compartir con los países en desarrollo para impulsar sus medidas de mitigación.

Ya estamos viendo innovaciones extraordinarias debidas al sector privado, que impulsarán la transición a una economía mundial con poco carbono. Además, las inversiones en eficiencia energética y tecnologías que utilicen poco carbono podrían sacar la economía mundial de su desaceleración en los próximos años. Más importante es que, al impulsar la transición al crecimiento con poco carbono, dichas tecnologías podrían crear el período más dinámico e innovador de la historia económica, que superaría el de la introducción de los ferrocarriles, las redes eléctricas o la red Internet.

No hay una verdadera opción substitutiva. El crecimiento con mucho carbono está condenado, herido por los elevados precios de los combustibles fósiles y eliminado por el hostil medio físico que creará el cambio climático. El crecimiento con poco carbono será más seguro en materia de energía, más limpio, más apacible, más inocuo y tendrá mayor diversidad biológica.

Debemos aprender de la crisis financiera la lección de que, si se hace caso omiso de los riesgos, las consecuencias con el tiempo serán inevitablemente peores. Si no empezamos a luchar contra la corriente de emisiones de gases que provocan el efecto de invernadero, la acumulación en la atmósfera seguirá aumentando, con lo que la adopción de medidas futuras resultará más difícil y costosa. Se pueden aplazar otros gastos públicos, pero la de aplazar las medidas contra el cambio climático es una opción muy peligrosa y muy costosa.

El cambio climático representa una profunda amenaza para nuestro futuro económico, mientras que el crecimiento con poco carbono promete decenios de una prosperidad mayor. La elección en Copenhague será difícil y lo que está en juego no podría ser mayor. Sabemos lo que debemos hacer y podemos hacerlo.

Nicholas Stern, ex jefe del Servicio Económico del Gobierno del Reino Unido y ex economista jefe del Banco Mundial, es presidente del Instituto de Investigación Grantham sobre el Cambio Climático y el Medio Ambiente, profesor de Economía y Políticas Públicas en la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres y miembro de la Cámara de los Lores del Reino Unido.

FUENTE: http://es.cop15.dk/news/view+news?newsid=2381#
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La verdad sobre el cambio climático

La verdad sobre el cambio climático

Mucha gente pregunta cuán seguros estamos sobre la ciencia del cambio climático. El análisis más definitivo de la evidencia científica ha de encontrarse en el trabajo del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, tal su sigla en inglés) y su último informe de relevancia publicado en 2007. Yo tuve el privilegio de presidir o copresidir las evaluaciones científicas del Panel entre 1988 y 2002.

Muchos cientos de científicos de diferentes países participaron como colaboradores y revisores de estos informes, que probablemente sean las evaluaciones internacionales más integrales y minuciosas sobre cualquier tema científico que alguna vez se hayan llevado a cabo. En junio de 1995, justo antes de la cumbre del G-8 en Escocia, las Academias de Ciencia de las 11 economías más grandes del mundo (el G-8 más India, China y Brasil) emitieron un comunicado respaldando las conclusiones del IPCC e instando a los gobiernos mundiales a emprender una acción urgente para abordar el cambio climático. Los principales científicos del mundo no podrían haberse expresado de manera más contundente.

Desafortunadamente, fuertes intereses personales han invertido millones de dólares en difundir desinformación sobre el cambio climático. Primero, intentaron negar la existencia de cualquier evidencia científica sobre el calentamiento global. Más recientemente, en gran parte han aceptado la realidad del cambio climático antropogénico (fabricado  por el hombre), pero sostienen que sus impactos no serán grandes, que podemos "esperar a ver" y que, en cualquier caso, siempre podemos solucionar el problema si resulta ser sustancial.

La evidencia científica no respalda estos argumentos. Se necesita una acción urgente tanto para adaptarse al cambio climático que es inevitable como para reducir las emisiones de gases de tipo invernadero, especialmente CO2, para impedir un mayor deterioro en la medida de lo posible.

En la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, las naciones del mundo adhirieron a la Convención Marco sobre el Cambio Climático (CMNUCC), cuyo objetivo es "estabilizar la concentración de gases de tipo invernadero en la atmósfera a un nivel que no cause una peligrosa interferencia con el sistema climático…, que permita que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, que asegure que la producción de alimentos no resulte amenazada, y que le permita al desarrollo económico proceder de manera sustentable". Llegado el caso, este tipo de estabilización incluso frenaría un mayor cambio climático.

Hoy se admite que un daño generalizado debido, por ejemplo, a un aumento del nivel del mar y a olas de calor, inundaciones y sequías más frecuentes e intensas ocurrirá incluso aunque se trate de pequeños aumentos de la temperatura promedio global. Por lo tanto, es necesario que se hagan grandes esfuerzos para mantener el incremento de la temperatura global promedio por debajo de los 2°C en relación a su nivel preindustrial.

Si queremos tener una buena posibilidad de alcanzar este objetivo, no debe permitirse que la concentración de CO2 supere las 450 partes por millón (hoy está cerca de 390 ppm). Esto implica que antes de 2050 las emisiones globales de CO2 deben reducirse a menos del 50% del nivel de 1990 (actualmente están 15% por sobre ese nivel), y que las emisiones promedio en los países desarrollados tienen que reducirse en por lo menos el 80% del nivel de 1990. El Reino Unido ya se ha comprometido a un objetivo vinculante de reducción de las emisiones en esos valores, y el presidente Barack Obama ya ha manifestado su intención de que Estados Unidos también se proponga ese objetivo.

Un requerimiento claro es que se interrumpa la deforestación tropical, responsable del 20% de las emisiones de gases de tipo invernadero, en la próxima década o dos. Con respecto a las emisiones resultantes de la quema de combustibles fósiles, la Agencia Internacional de Energía (AIE) en sus "Perspectivas de Tecnología Energética" describió en detalle las tecnologías y acciones que son necesarias en los diferentes países y sectores para alcanzar estos objetivos.

En el corto plazo, la AIE señala que será necesaria una acción muy fuerte y determinada para asegurar que las emisiones globales de CO2 dejen de aumentar (el incremento actual es más del 3% por año), alcancen un pico aproximadamente en 2015 y luego declinen sostenidamente hacia el objetivo de 2050. La AIE también señala que los objetivos se pueden alcanzar sin un perjuicio económico inaceptable. De hecho, la AIE enumera muchos beneficios que pueden materializarse si se siguen sus recomendaciones.

Lo que se requiere ahora es reconocer que el cambio climático antropogénico afectará seriamente a nuestros hijos y nietos, a los ecosistemas mundiales y a las comunidades más pobres del mundo, y que la gravedad del impacto puede aliviarse sustancialmente si se emprende una acción hoy mismo.

John Theodore Houghton, ex profesor de física atmosférica en la Universidad de Oxford, y fundador del Centro Hadely para la Predicción y la Investigación Climática, copresidió el grupo de trabajo de evaluación científica del IPCC y fue editor responsable de sus primeros tres informes.

Copyright: Project Syndicate, 2009. 
www.project-syndicate.org  
Traducción de Claudia Martínez
FUENTE:
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RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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