José Gerardo Guarisma Álvarez *
Domingo, 29 de julio de 2007
Con las demandas de los combustibles fósiles, decayeron vertiginosamente las investigaciones en materia de biocombustibles. Hasta entonces el biocombustible principal utilizado era la madera, tanto para su uso como fuente propulsora en vehículos de transporte, como para calefacción. Asimismo, muchos vehículos utilizaban biocombustibles a base de metanol y etanol mezclado con gasolina. Sólo las crisis surgidas en los sectores de combustibles fósiles en los últimos tiempos, ha permitido que se renueven las esperanzas y se comience a investigar de nuevo en este tipo de energías.
Los organismos fotosintéticos, tales como plantas y algas, proveen la mayor biomasa de la Tierra, con un volumen estimado cercano al 80% del total; algo menos de la mitad corresponde a los bosques y zonas arboladas. Para dar una idea de la ingente cantidad de biomasa agrícola y forestal que se produce anualmente mediante la fotosíntesis, basta decir que supone todo el consumo de energía del mundo multiplicado por 10, o 200 veces todo el volumen de alimentos dispuestos. Los organismos fotosintéticos marinos y terrestres convierten la energía del sol en materia orgánica de forma continuada, por tanto constituye una auténtica fuente de energía renovable. El ejemplo más visible de como el biocombustible puede llegar a ser mas que rentable para nuestra maltratada naturaleza, lo encontramos en Brasil donde, desde hace muchos años, se produce etanol a gran escala a partir de melazas de caña de azúcar o pulpa de mandioca. Este biocombustible se mezcla al 20% con la gasolina que utilizan los automóviles, lo que supone un considerable ahorro en la factura de petróleo, además de una verdadera buena noticia para el medio ambiente, al ser éste un combustible que no emite residuos contaminantes a la atmósfera.
Los Biocombustibles usan la biomasa vegetal sirviendo de fuente de energía renovable para los motores empleados. Su uso genera una menor contaminación ambiental y son una alternativa viable al agotamiento ya sensible de energías fósiles, como el gas y el petróleo, donde ya se observa incremento en sus precios. Es importante destacar que los biocombustibles son una alternativa más en vistas a buscar fuentes de energías sustitutivas, que sirvan de transición hacia una nueva tecnología (ej. Hidrógeno). Por una parte dicen que el biodiesel es el combustible renovable que tiene el mayor potencial de desarrollo en el mundo. Se puede usar puro o mezclado con gasoil en cualquier proporción, en cualquier motor diesel. De hecho, en el año 1900, Rudolf Diesel utilizó aceite de maní en el primer motor diesel. Actualmente el biodiesel se usa en varios países en mezclas con porcentajes diversos. El biodiesel se obtiene a partir de aceites vegetales y/o grasas animales ej. colza, girasol, palma, soja, sebo, etc.-, permitiendo al campo y la industria aceitera otra posibilidad de comercialización y de diversificación de la producción. Pero también, el biofuel aparece cada día más como una tecnología atractiva:no requiere inversiones gigantescas en la adaptación de los actuales motores, es decir, el mercado del automóvil está preparado para el biofuel en este momento. Tiene un menor impacto ecológico que los combustibles sólidos: Por un lado, con Kyoto de fondo, el biofuel genera entre un 30 y un 70% menos de CO2, por otro reduce las emisiones de azufre a un nivel insignificante comparado con las actuales, con lo que de entrada, debería reducir el peligro de lluvia ácida Supone una oportunidad única para el desarrollo y la tecnificación del entorno rural en los países de la periferia Debilita la geopolítica del petróleo que ha marcado, desde comienzos del siglo XX los conflictos internacionales, democratizando el poder ligado al control de las fuentes de abastecimiento energético Aleja la espada de Damocles de un desequilibrio permanente entre producción y consumo El bioetanol puede sustituir a la nafta como ya se hace en Brasil con el alcohol de caña, o el de maíz en los Estados Unidos. Permite sustituir los aditivos que se emplean actualmente y que generan contaminación ambiental. El biogás resulta de la fermentación de los desechos orgánicos. Es importante destacar que este combustible es una alternativa más en la matriz energética del país.
Pero cabe señalar igualmente, los argumentos de gran peso que objetan el desarrollo sin control de los combustibles orgánicos sustitutivos. Se han denunciado los riesgos que entraña la utilización de un grano tan esencial para la alimentación humana, como es el maíz, para la producción de etanol, pues dispararía sus precios de mercado y castigaría a los países más pobres, que tendrían serías dificultades para adquirirlo. La denuncia no es nueva. En 2006, el presidente del Earth Policy Institute, Lester Brown, advirtió que el uso de cereales para producir combustible era la causa del aumento del precio de los granos, lo que amenazaba a las poblaciones más pobres del mundo.
El semanario liberal The Economist, señaló, en abril de 2006, la trampa que encierran los biocombustibles: Como se emplea más tierra para cultivar maíz y no otros cultivos alimentarios tales como la soya, sus precios también se elevan. Y como el maíz se utiliza para alimentar a los animales, el precio de la carne aumenta también. En otras palabras, el suministro de alimento se está desviando para alimentar a los hambrientos automóviles americanos.
Una idea más clara del impacto que tendría el etanol en el mercado mundial la da el siguiente dato: para llenar el tanque de una camioneta con 25 galones de etanol se emplea la misma cantidad de maíz que podría alimentar a una persona durante un año. Por otra parte, los impedimentos prácticos son notables. Estados Unidos produce unos 300.000 barriles diarios de etanol, pero únicamente 600 de sus 200.000 gasolineras disponen de la mezcla E85, compuesta en un 85 por ciento de etanol.
A estos problemas debe agregarse otro no menos grave, el medioambiental. Como señaló el diario The New York Times hace pocas semanas, el auge que tiene lugar en el cultivo del maíz constituye un elemento de presión para la tierra que ha sido destinada al Programa de Reserva y Conservación del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. En otras palabras, el aumento de precios del maíz invita a la deforestación y a cultivarlo en todo tipo de superficie, aumentando el desastre medioambiental. Si se diera un efecto dominó y todo el mundo deforestara para sembrar cultivos que produzcan etanol, el impacto podría ser devastador para la naturaleza.
Pareciera que una política internacional acertada al respecto, pasa por desarrollar los biocombustibles en forma racional y progresiva, respetando el espacio fértil para la alimentación de la humanidad y relacionando de manera efectiva la política agrícola de todos los pueblos de la Tierra con la política energética, asuntos que no pueden en adelante tratarse aisladamente como ha ocurrido hasta el día de hoy. Si pensamos seriamente en sustituir los combustibles fósiles por los biomásicos, es hora tambien de resolver el hambre y la miseria de una gran parte de la Humanidad. Definitivamente, la hora de las nuevas tecnologías llegó, pero con ella, tambien debe llegar una nueva oleada de valores constructivos que nos permitan simultáneamente disminuir, así como lo pensamos para el ambiente natural, el hambre que azota igual que el calor a vastas zonas del globo. Los problemas del planeta no pueden tener soluciones aisladas. Las soluciones, cuando existen, son sistémicas por cuanto están destinadas a ser integrales.
* Rector de la Universidad Bicentenaria de Aragua
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Rodrigo González Fernández
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2007, calentamiento global y el fin de una discusión EN eL MOSTRADOR
2007, calentamiento global y el fin de una discusión
por Paola Vasconi
Durante décadas, científicos y expertos de todo el mundo debatieron sobre si el fenómeno de cambio climático y el calentamiento global que actualmente está viviendo nuestro planeta era un fenómeno natural producto de la evolución propia de la Tierra o causado por la intensa actividad humana, debido al creciente proceso industrialización de los últimos cincuenta años.
Esta discusión, sin embargo, llegó a su fin a principios de este año cuando el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), máxima autoridad científica en la materia, presentó a la comunidad mundial su cuarto informe. En él, la contundencia de las evidencias no dan cabida a la discusión: el hombre y el desarrollo industrial de las últimas décadas han provocado el aumento vertiginoso de las emisiones de los gases de efecto invernadero aproximadamente un 70% entre 1970 y 2004-, acelerando e intensificando los procesos naturales de cambio climático y calentamiento global del planeta Tierra.
Y si bien los expertos y científicos no tienen una sola posición frente al tema, no es una exageración decir que la creciente evidencia científica con relación al calentamiento global, está poniendo en jaque la economía moderna del planeta. Hasta ahora, la evidencia indica que los países deben hacer cambios profundos en sus economías y patrones de consumo, de modo de limitar la liberación de gases de efecto invernadero y con ello el aumento de la temperatura de la Tierra. De otra manera, el impacto del cambio climático puede tener implicancias catastróficas para el planeta mayores a las ocurridas en los últimos años.
Es por ello, que la discusión y la pregunta que hay que hacerse ahora es otra. ¿Qué y cómo hacemos para revertir esta situación? Hasta ahora, la respuesta internacional al fenómeno del calentamiento global y el cambio climático ha sido el Protocolo de Kyoto.
Sin embargo, pareciera ser que este pacto no será suficiente. De hecho, tenemos serias dudas de que este acuerdo logre por sí solo revertir los crecientes trastornos climáticos y frenar el aumento de la temperatura del planeta. Esto, porque la administración Bush se ha negado sistemáticamente a firmar este acuerdo, siendo que Estados Unidos es el principal responsable del fenómeno emitiendo la tercera parte del dióxido de carbono (CO2) que se libera en el mundo. Su justificación inicial, la negación del cambio climático, hoy, dada la evidencia científica del fenómeno, el costo que implicará para la economía norteamericana la adopción de este acuerdo. Adicionalmente, economías emergentes como China e India están pasando a tener un papel relevante en las emisiones a nivel mundial.
Es por ello, que queremos hacer un llamado a la comunidad nacional e internacional, así como al sector público y privado, para trabajar conjuntamente y sin autoengaños en la reducción de los gases de efecto invernadero, impulsando nuevas estrategias de manera de garantizar los objetivos iniciales del Protocolo de Kyoto: la protección del planeta para las futuras generaciones.
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Paola Vasconi, coordinadora Programa Medio Ambiente. Fundación Terram
Rodrigo González Fernández
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