En el mundo entero aumentala expectativa de reemplazar energía fósil por los llamados biocombustibles. En Colombia, en el departamento del Cesar, se inauguró en julio de este año la primera planta para procesar aceite de palma como materia prima para biodiesel. Sin duda, en los próximos años los biocombustibles tomarán peso en el país y en el mundo.
En términos generales, las emisiones netas de gases efecto invernadero de los biocombustibles son menores que las de los combustibles fósiles y éste es su argumento en términos de cambio climático. Sin embargo, el establecimiento de plantaciones a gran escala para proveer biomasa empieza a generar preocupación por su posible impacto ambiental y su sostenibilidad social. La discusión está abierta. De hecho, en Europa varias organizaciones ambientales, para evitar confusiones, se oponen a que se les llame biocombustibles y proponen que se les llame agrocombustibles.
En Colombia, los mayores riesgos ambientales están relacionados con la presión sobre los ecosistemas naturales y su transformación o destrucción para establecer plantaciones que produzcan biomasa para bioenergía o por desplazamiento de actividades ganaderas a zonas hoy de selvas tropicales. Cerca del 40% de la superficie del país está cubierta por ecosistemas naturales.
Adicionalmente, estudios recientes demuestran que en Colombia la presencia de biodiversidad en los paisajes transformados es de gran importancia. Incluso hay registro de especies en peligro de extinción que sólo se encuentran en estos paisajes, y los monocultivos son una amenaza para las especies nativas. Otro riesgo es por el uso intensivo de especies invasoras que sean agresivas para la biodiversidad local y el uso de agro-químicos nocivos para el medio ambiente, que si no se manejan de manera adecuada, deterioran la calidad del suelo agrícola y contaminan las fuentes de agua, con la consiguiente degradación de los ecosistemas acuáticos.
En términos sociales, la sustitución del uso de la tierra, hoy en producción de alimentos, por cultivos para generar energía, puede encarecer los alimentos, por disminución en la oferta, caída en productividad, mayores costos de transporte y aumento en la renta del suelo. Simultáneamente, en los países de alto ingreso per cápita, también se dará un desplazamiento en el uso de la tierra por la producción de biomasa para energía y, por ello, es muy posible que esos países aumenten la demanda de alimentos importados, generando mayor presión sobre los precios de los alimentos a nivel local. Además, los monocultivos para biomasa pueden incentivar procesos de concentración en la propiedad del suelo y excluir a los pequeños propietarios de los beneficios de este nuevo mercado. Si no hay un adecuado proceso de planificación, la combinación de los factores mencionados aumentará la presión de expansión de la frontera agrícola, la concentración en la propiedad de la tierra y encarecerá el valor de los alimentos.
En síntesis, no se puede afirmar que la producción y uso intensivo de los biocombustibles sea ecológica y socialmente positiva. Esto dependerá de dónde y en qué cantidades se produzcan, qué especies se planten, cómo se manejen los cultivos, cómo se procese la biomasa y para qué se use la energía. Sólo si se define un marco de sostenibilidad para la producción y uso de la biomasa para energía se podría afirmar en el futuro que los agrocombustibles, como energía renovable, sean social y ecológicamente convenientes. La estrategia nacional de sustentabilidad debe regular y limitar su producción. Esto exige, entre otras cosas, gran capacidad de parte de las autoridades nacionales y locales en la planeación y ordenamiento ambiental de territorio y en la supervisión para la aplicación del reglamento de uso. En los países europeos, cada metro cuadrado del territorio tiene definida desde la autoridad ambiental su posibilidad de uso y el reglamento se aplica. En esto nosotros estamos muy crudos.
Si se produce de manera adecuada la bioenergía, como energía renovable, sí contribuye a disminuir las emisiones de gases efecto invernadero. Sin embargo, de momento no podemos asumir que bio-combustible sea sinónimo de eco-combustible. La actitud ecológicamente sana, que no admite discusión, es que todos debemos esforzarnos por disminuir el consumo de energía en todas sus formas. Dados los niveles de consumo de energía que hoy tenemos, tendríamos que usar una superficie mayor que la disponible en el planeta Tierra, para sustituir la energía fósil por agroenergía.
* Economista con especialidad en manejo de recursos naturales en el Banco Mundial. Sus puntos de vista no representan ni pueden atribuirse a la entidad para la cual trabaja. más noticias, pincha aquí |
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