martes, 24 de julio de 2007

La lucha contra el cambio climático cuesta una pasta

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Calentamiento global

La lucha contra el cambio climático cuesta una pasta

Uno puede decir que el nivel del mar va a subir un metro y acabar con el valor inmobiliario de primera línea de la costa y al mismo tiempo comprarse un chalecito junto al mar; si se es un presidente rojo con conciencia verde no pasa nada de nada.
Gabriel Calzada
A principio de año, el gallinero de activistas del lobby de Kyoto y la práctica totalidad de medios de comunicación nos aseguraba que en 2007 íbamos a sufrir el verano más caluroso de los últimos cien años. A pesar del fresquito reinante, ecologistas y políticos siguen en sus trece. Ahora, a pesar de que en los últimos cinco años no se ha detectado calentamiento alguno, el Gobierno nos anuncia que pondrá en marcha toda una batería de medidas "concretas y urgentes" para lograr "un cambio de modelo social, de producción, de consumo energético y de desarrollo mucho más saludable y respetuoso con nuestro planeta".

Qué miedo. La frase parece copiada de la famosa obra del Club de Roma Los Límites del Crecimiento, que proponía el control centralizado de toda la vida socio-económica y, especialmente, de la natalidad por no ya ni recuerdo qué cataclismos que se producirían si no deteníamos el sistema capitalista de inmediato. Hoy a nadie le importa que las profecías del esos neomalthusianos no se hayan cumplido ni por asomo. Sus autores siguen siendo reconocidos como científicos de conciencia social. Parece que las predicciones erróneas no cuentan si se dan en el campo antiliberal. Claro que en el campo de lo políticamente correcto tampoco importan las contradicciones. Uno puede decir que el nivel del mar va a subir un metro y acabar con el valor inmobiliario de primera línea de la costa y al mismo tiempo comprarse un chalecito junto al mar; si se es un presidente rojo con conciencia verde no pasa nada de nada.

A los ministros de ZP ni los últimos datos ni este fresquito de julio les enfrían la cabeza. Ellos siguen en sus trece: nada de nucleares, nada de reducciones de impuestos para las tecnologías menos emisoras y todo un reguero de impuestos y regulaciones gravosas. Ahora les ha dado con meterse con el transporte, sobre todo si es privado. Que nadie se atreva a comprarse coches grandes y seguros para la vida de los ocupantes porque les van a clavar con el nuevo impuesto de matriculaciones. Eso sí, ellos van a aprovechar el rollo ecolojeta para comprarse coches nuevos con el dinero del contribuyente. Han decidido que para el año 2012 quieren que al menos el 50% de los automóviles oficiales utilicen biocarburantes, lo que representa una fenomenal excusa para cambiar de máquina. Con la cantidad descomunal de coches oficiales que debe haber en este país en el que lo primero que hace un político electo es ver qué vehículo/s le ha/n tocado y de qué color es la gorra del chofer, no me extrañaría que esto vaya a suponer una demanda record de biocarburantes que deje atrás por sí sólo el objetivo europeo de sustituir un 10% de la gasolina y el gasóleo por biocarburantes hacia 2020.

Los efectos de esta esquizofrenia colectiva no se van a hacer esperar. Primero porque en cuanto en Bruselas comprueben el éxito arrasador de la política socialista del coche oficial, todos los burrócratas de la capital belga querrán tener su carro a cargo del presupuesto comunitario. Por otro lado la reducción de campos de cultivo de trigo en beneficio del maíz va a costar una pasta. Y nunca mejor dicho: resulta que la reducción actual de la superficie de cultivo de trigo está provocando un aumento del precio del trigo y de la pasta. El trigo lo ha hecho en los últimos meses en torno al 50% mientras que la pasta se prevé que al final del verano haya subido un 20%. Y eso antes de que los políticos españoles empiecen a cambiar de coche; así que agárrense.

Al final va a resultar que la catástrofe mundial la van a provocar estos chiflados con un encarecimiento artificial de los alimentos más básicos. Esperemos que el histerismo calenturiento de políticos y ecologistas se pase con la misma rapidez con la que lo hacen las modas más extravagantes. Si no, disfrutemos al menos de este bendito cambio climático del mes de julio.

Gabriel Calzada Álvarez es representante del CNE para España y presidente de Instituto Juan de Mariana
 
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Rodrigo González Fernádez
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