Elis Caballero mrelis_13@yahoo.es
Debajo de los hielos eternos de nuestro planeta, que abarcan un cuarto de su superficie, se esconde un nuevo peligro que, según alarman expertos en climatología, podría desembocar en una mayor aceleración del cambio climático. En zonas de suelos que hace miles de años están permanentemente congelados, como los de Siberia, Alaska y Canadá, se está produciendo un deshielo acelerado que podría traer, a largo plazo, consecuencias dramáticas para el clima. En la región pantanosa de la tundra siberiana, del tamaño de la ex República Federal de Alemania, se hallan depositadas bajo el hielo cantidades descomunales de carbono, en forma de turba, que, de quedar al aire libre a causa de los deshielos, pueden transformarse en CO2, por oxidación, o en metano, por la acción de bacterias, y ser absorbidos por la atmósfera, lo que aceleraría el calentamiento de la Tierra. Científicos de Rusia, Finlandia y Holanda, unidos en el proyecto CASUS, reportan una gran disminución de la capa de hielo siberiana. El deshielo es normal en esta región, pero los cambios actuales son extremos. Según Sergej Kirpotin, de la Universidad de Tomsk, "la situación es más que seria, y el mundo debería enterarse de esto, ya que no hay mucho tiempo para buscar soluciones". El científico refiere que el ciclo deshielo-congelamiento está alterado, ya que, desde hace unos cuatro años, pre-domina la descongelación de la capa glacial. Aún no puede determinarse el desarrollo que experimentarán los hielos permanentes de forma definitiva, ya que los lapsos de medición son demasiado cortos, y los modelos de investigación no reflejan fielmente todas las interac- ciones posibles. Sin embargo, los expertos tienen hoy datos suficientes como para advertir que los gases despedidos podrían acelerar más aún el cambio climático, ya que agudizarían notablemente el ya existente "efecto invernadero". El ártico no sólo es clave por reaccionar sensiblemente a los cambios climáticos, sino que influye a su vez en el clima global respondiendo al más mínimo de ellos. En él se articula la circulación de los océanos, y es dicha circulación la que, a su vez, asegura la estabilidad de nuestro clima. Si la circulación oceánica se modifica, se desplaza o colapsa, esto puede tener consecuencias fatales para el ecosistema. En la zona ártica se registró un aumento de la temperatura media de 3 grados en los últimos treinta años. Es indiscutible que el calentamiento global es producto de la conducta humana, y, según Wladimir Bleuten, de la Universidad de Utrecht, coordinador del proyecto CASUS, "el mensaje de nuestras investigaciones es que el daño producido en las zonas pantanosas es preocupante, ya que las ciénagas actúan como factor amortiguante, pudiendo almacenar durante mucho tiempo más dióxido de carbono que, por ejemplo, los bosques". A nivel político, la Conferencia Mundial sobre el Clima en Montreal, a reali-zarse en diciembre, sería una buena oportunidad para llamar la atención sobre el tema. -El autor es periodista. |
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