miércoles, 27 de junio de 2007

Lo serio y lo irrisorio

Lo serio y lo irrisorio
No nos haga vd. reír, Mr. Singer...  Peter Singer, catedrático de Bioética en la  Universidad de Prince­ton hace una propuesta según él  "justa", sobre el cambio climático:
Jaime Richart (Para Kaos en la Red

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-Fijar el volumen total de gases efecto invernadero que pueden emitirse sin que la temperatura media de la Tierra se eleve más de 3,6 grados Farenheit, el punto a partir del cual el cambio climático podría ser extremadamente peligroso.

-Dividir el total por la población del mundo, para calcular qué parte de ese total corresponde a cada persona.

-Asignar a cada país una cuota de emisiones de estos gases equi­valente a la población del país multiplicada por la parte correspon­diente a cada persona.

-Permitir que los países que necesitan una cuota mayor puedan comprarla a los que emiten por debajo de la suya.


  ¡Bien! Preciosa fórmula la suya, un prodigio de sentido de la justi­cia distri­butiva y del pragmatismo unidos. He aquí un ejemplo de cómo tam­bién en la Ciencia y en la Bioética se divierte el ser humano. Lo mismo que se divierte en los Congresos y Parlamen­tos.


  Se me acusará por enésima vez de derrotismo, de escepticismo, de idiotismo por reírme de tanta buena voluntad en individuos, cate­dráticos, eminencias, que publican sus ingeniosidades para resolver problemas a escala planetaria. En este caso, el que el cambio cli­mático está generando a la Humanidad. Lo acepto resignadamente, pero reafirmo que estas publicaciones forman parte del juego exas­perante practicado entre los ilusos, por un lado, y los devastadores, por otro. Sobre todo desde el último tercio de la Era Industrial.


  En el año 1992, 189 países, entre ellos EEUU, China, India y todos los países europeos firmaron el Convenio Marco sobre el Cambio Climático por el que se acordaba estabilizar los gases efecto inver­nadero "a un nivel que impida interferencias antropogénicas peligro­sas para el sistema climático". Pues bien, quince años después, no lo ha cumplido ni un solo país. No sólo eso, desde entonces las emi­siones no han hecho más que aumentar...


  Y en estas condiciones, verificado que aquel Convenio salido de la rimbombante Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Am­biente y Desarrollo celebrado en Río de Janeiro ha sido pulverizado por la inanición, el desprecio y la burla de todos los países firmantes, ¿cómo se le ocurre pensar a mr. Singer, que se le pueda hacer el más mínimo caso? ¿quién, a menos que sea un ingenuo o un estú­pido, creerá que pueda aplicarse la complicada fórmula de Singer, propia de un ejercicio de imaginación salido de un laboratorio parti­cular cuando a la solución más sencilla, disminuir los países firman­tes la emisión de gases, nadie le ha hecho maldito caso?


  Lo siento mucho Mr. Singer, pero ha perdido el tiempo haciendo vd. unos cálculos tan precisos y justos para resolver el problema del cambio climático. Los problemas de las sociedades no se presentan, y menos se resuelven, por falta de fórmulas, de Conferencias, de le­yes y de policías encargadas de hacerlas cumplir. El mundo está tan saturado de leyes como la atmósfera de gases efecto invernadero, y el cielo tan empedrado de buenos propósitos como de nulos cum­plimientos. Y vd. mismo puede com­probar que los problemas del mundo: desigualdad, pobreza, injusti­cia y desastre climático, no se resuelven, por una serie de concausas que son a su vez bien senci­llas de determinar: a) por falta de voluntad de quienes de­bieran te­nerla, b) por el inusitado egoísmo de los dueños de la banca, del comercio, de la industria y de los ejércitos, c) por la complicidad de Parlamentos y Tribunales, d) porque el ser humano preponderante (ése que orden, manda y desgobierna), es el mayor enemigo decla­rado del planeta Tierra, e) porque, además, es el más necio de los seres vivos sobre ella: llega a Marte pero sepulta su casa, descu­bre la teoría de cuerdas, pero se hunde en la ciénaga, incapaz de des­prenderse del pesado lingote que le arrastra al fondo.


  Yo que vd. me uniría al MRM, Movimiento Revolucionario Mundial que estoy preparando para arreglar el mundo: la única solución po­sible. Tiene la ventaja de que sobran tecnicismos, especialistas y supersabios que no sólo no aportan al final nada, sino que contribu­yen a apuntalar un sistema global que conduce al desastre.



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Saludos
Rodrigo González Fernández
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